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Personalidades y personajes típicos

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José Dionisio San Román Toledo

La iglesia Santo Ángel Custodio en el actual municipio de La Habana Vieja, fue testigo del matrimonio celebrado el 20 de diciembre de 1928, entre Dionisio San Román Miguel, natural de Santander, provincia de España, y la cubana Concepción Toledo Gómez.

Nació en Bauta el 19 de marzo de 1930 en la clínica La Bondad de la propia municipalidad. Hijo de Dionisio San Román Miguel y de Concepción Toledo Gómez. Fue inscrito el 8 de abril en el registro civil del mismo poblado, fue bautizado a los tres meses de edad en la parroquia Nuestra Señora de la Merced, el 22 de junio.

En el hogar de los abuelos paternos vivió la familia hasta los 4 años del niño, en que se mudaron para la vivienda ubicada en la calle Salvador Cisneros, No 175, actual avenida 251 No 14613 entre 148 y 146.

Dionisio creció junto a sus tres hermanos, Arturo, Martha y Carlos, este último fallecido actualmente.

Cariñosamente sus familiares y amigos le decían Nisito, por la jovialidad con que trataba a sus coterráneos. Cuando se encontraba de mal humor le decían Chumbo, por la forma en que colocaba su labio inferior, abembándolo y llevándolo en un gesto hacia abajo.

Fue criado dentro de la más estricta moral y su  hogar fue ejemplo de honradez y de honestidad, donde no hubo escasez pero tampoco abundancia, ejemplo de educación, buenas costumbres, buenos modales, preocupación por las injusticias sociales.

Cursó la escuela primaria en su pueblo natal, desde el Kindergarten (pre escolar) hasta el 8vo grado en la Academia José Martí, con notas sobresalientes.

José Fernández (Pepe), director y maestro de la escuela primaria señaló que Dionisio se distinguía por su educación integral, le gustaba izar la bandera, poseía un gran genio, pero siempre supo dominarlo, debido al respeto que sentía a sus maestros. Solo recordó haber visto el mal carácter de Dionisio fuera del horario de clases, cuando reñía con un compañero de estudios que lo molestaba.

Otra anécdota que recuerda, trascurrió cuando fueron a una excursión a la playa Baracoa, él  y dos compañeros tomaron sin permiso un bote y se fueron remando río adentro, el maestro cuenta que estaba desesperado y furioso, al saberlos en aquellas peligrosas aguas con tan corta edad, como no regresaban comenzó a gritarles y a hacerles señales, y obedecieron, al llegar a la orilla, el profesor les dijo: “Que pena, que muchachos tan disciplinados hayan quebrantado las costumbres de nuestra Academia” seguidamente, les preguntó: ¿Quién ha sido el instigador del paseo en bote?, adelantándose Nisito respondió: “Yo solo he sido el culpable, maestro, ellos no. Perdóneme, no lo haré más”.

El director de la banda de música Raúl Rabeiro Vaquet, sentía un gran cariño por aquel niño.

Rabeiro expresó: “A pesar de sus 12 años de edad, tenía el fundamento de un hombrecito. Era cumplidor, disciplinado y se preocupaba por la banda de música, yo confiaba en él. Una semana antes de la salida a otro pueblo con la banda me enfermé y con frecuencia, al terminar las clases en la escuela, iba a saber de mí. Dos días antes de la fecha señalada me dijo”:

“Si usted no va con nosotros, la banda no sale”.

“La banda sale sin mí, para eso está usted, para que la saque”, con toda confianza le precisé.

Desde su infancia su delirio fue el mar, por tal motivo, iba a nadar y remar a las playas de Baracoa y El Salado con sus conocidos y amigos.

La fuerte inclinación hacia el mar concedió que sus padres, de una posición social moderada, quienes criaron a sus hijos: Arturo, Martha, Carlos (fallecido actualmente), hermanos de Dionisio, con cierta holgura económica, pues su padre era médico cirujano dentista y tenía su consulta privada en la primera sala de la vivienda de la familia, ubicada en el museo municipal de Bauta, le pagaron los exámenes de ingreso para la Academia Naval del Mariel y por ser un excelente estudiante.

A los 18 años, ingresó en la Academia, en el año 1948, donde comenzó sus estudios de marinero, el día 23 de julio de 1949, recibe la noticia del fallecimiento de su padre, un duro golpe, por lo que se convierte de inmediato en la cabeza de la familia y único sostén de su madre, dos hermanos y una hermana, todos menores. Sin reparos cumple con este deber, como si fuera un hombre experimentado.

Próximo a graduarse, se produce el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, planea junto a sus compañeros de promoción, Manuel Castiñeiras, Juan Arcos Bergnes, Gonzalo Miranda, Orlando García Fernández, entre otros, sublevarse contra la tiranía que nuevamente se establece, pero al no tener el fuerte calor la tentativa acuerdan desistir por el momento, en espera de una mejor oportunidad y estar alertas para cuando llegue la ocasión, por lo que dicho incidente fue señalado como desafecto al régimen.

El mes de junio de 1952 se graduó y ostenta desde entonces el grado de Alférez de Fragata pero al considerarlo desafecto al régimen y por no tener influencias, fue destinado a los peores lugares y puestos en la Marina de Guerra.

No se acobardó al presenciar la muerte de sus compañeros de promoción, quienes fueron separados del Cuerpo y condenados a prisión casi recién graduados.

Dionisio fue destinado al Distrito Naval del Sur, Cayo Loco, Cienfuegos, siendo la primera unidad en que prestó servicios el GC 101,”Leoncio Prado” como oficial de máquinas, después para el GC 22 y más tarde en el PE-201 “Caribe”.

Fue profesor de la Academia Naval Deportiva, llamada después Academia Nacional de Patrones, en Cienfuegos, Sagua, Batabanó y otras ciudades, las que atendía alternativamente, trasladándose desde su unidad a la Academia que correspondiera.

En la Jefatura del Distrito Naval del Sur, en Cayo Loco, supo ganarse la consideración y el afecto de jefes y subalternos y en la ciudad de Cienfuegos conquistó amigos y simpatizantes que llegaron a quererlo entrañablemente.

En 1955, fue trasladado a la Fragata “José Martí” de oficial de máquinas, donde también fue oficial educacional. En el mismo año, recibió los cursos especiales de Control de Averías, en Newport, Rode Island y en el Centro de Entrenamiento Naval de Control de Avería, en la Escuela de Oficiales de Filadelfia, EEUU.

A bordo de la nave “José Martí” que estaba limpiando fondos en Key West, recibió la noticia el 28 de septiembre de 1956, que había sido separado, dado de baja, de la Marina de Guerra “por alta conveniencia del servicio”, según decreto No 2533 publicado en la Gaceta Oficial No 187 de septiembre de 1956, párrafo 70, G – 62, Serie 1956 EMG. Baja decretada por el Estado Mayor de la Marina por las actividades revolucionarias a las que intensamente se había dedicado.

Fue conducido a La Habana y trasladado preso a su casa materna donde se efectuó un registro exhaustivo, en el fue despojado de todas sus prendas.

Comenzó una nueva etapa de su vida, más peligrosa aún, pues incluía también a la familia, que desde ahora sería perseguida también.

Fue dejado en libertad condicionada a la merced personal de las fuerzas represivas del Gobierno, que no despreciaron oportunidad para vejarlo y explotarlo.

Poco después comenzó a trabajar en la Marina Mercante, navegando en los barcos Río Jibacoa, Bahía de Siguanes, Damují y otros más. Se desenroló y desembarcó del Río Jibacoa en el Puerto de Antillas, entrevistándose durante varios días con una de las figuras más destacadas del movimiento 26–07, Frank País, para luego regresar a La Habana a cumplir su misión.

En una casa situada en 25 y O en el Vedado, La Habana, estableció los contactos necesarios y resuelto el Alzamiento de la Marina de Guerra para las 6:30 am de la mañana del día 5 de septiembre de 1957. Partió hacia Cienfuegos a las seis de la tarde del día 4, en unión del Comandante Julio Camacho Aguilera, debido a que era uno de los jefes que dirigió el movimiento en la Base Naval del Distrito Sur.

Desde la casa de un militante del MR 26 – 7, que era empleado de la Compañía Cubana de Electricidad, siendo la consigna para entrar en el Cayo “San Román 26”, partió junto con otros compañeros a las 6:20 de la mañana hacia Cayo Loco, el bastión de la Marina de Guerra en Cienfuegos, fue tomado sin ningún acto de fuerza y en el mayor sigilo, al extremo que él mismo despertó al Coronel Comesañas que estaba durmiendo y era el jefe de la Fortaleza, advirtiéndole que quedaba preso.

Este coronel en el transcurso del día, cuando el movimiento estaba perdido a causa de que los demás que quedaron en sublevarse no lo hicieron, aconsejó a San Román que huyera, que se salvara,  a lo que contestó que él los salvaba a todos o perecería entre los últimos. Acto seguido se quedó en el Distrito para organizar la acción en unión de otros jefes.

En su poder Cayo Loco, que está separado por tierra firme por un corto estrecho istmo, mandó tocar diana y a formar a la tropa, a la que habló y dijo que la Marina de Guerra se había sublevado contra el tirano y se disponía a luchar por la libertad de la Patria.

Decenas de marineros se adhirieron al movimiento, siendo incorporados en el momento y también en el momento fueron presos los que no lo hicieron.

Inmediatamente son citados y armados los civiles designados por el MR 26 – 7, dirigidos por el Comandante Julio Camacho Aguilera, jefe del Mov 26 – 7, formándose pelotones combinados de marinos y civiles. Los miembros del cañonero 101 de la Marina de Guerra fondeados en Cayo Loco y los del GC-47 se unen a la rebelión.

Los rebeldes bien armados, se dirigen hacia el edificio de la Policía Marítima y lo rodean por la decisión de su Comandante, los sitiados disparan decisivamente sus fusiles, pero después de la muerte de su jefe, el Comandante, se rinden, la mayoría se incorpora a la Revolución y los que no lo hacen quedan presos en Cayo Loco.

Después se concentran los revolucionarios y van hacia el edificio de la Policía Nacional, al mando del Comandante Ruíz Beltrón, el que, tratando de ganar tiempo, pide plazos en contestación a las demandas de rendición que le ofrecían los revolucionarios, en el noble empeño de no derramar sangre, pero al regreso de un marinero enviado como parlamentario le hacen fuego hiriéndolo, llenos de justa indignación, los fusiles y ametralladoras calibre 30 entran en acción y su lenguaje de justicia de solo 15 minutos, convence a los policías que izan la bandera blanca de rendición.

Y mientras esto sucedía, un grupo de rebeldes conmina a la rendición al jefe de la Guardia Rural, en su casa, quien huyó por el fondo, muriendo en esta escaramuza el soldado que era su escolta y herido un marinero.

Una vez tomado el edificio de la Policía Nacional, el pueblo cienfueguero que tenía más que suficientes motivos para pedirle cuentas al Comandante Ruíz Beltrón, por los numerosos desmanes que había cometido, pedía su ajusticiamiento inmediato, pero como la humanitaria orden era proteger a los detenidos, fue remitido a Cayo Loco.

Preparados los hombres que atacarían el Cuartel, fueron situados a la entrada del pueblo, antes del Cuartel y alrededor del mismo, previendo la llegada de refuerzos. Al comenzar los primeros disparos de una y de otra parte, el jefe por sustitución, envía un emisario para negociar la rendición del Cuartel.

En este instante vuela un avión de la Marina de Guerra sobre Cayo Loco, de donde cuatro antiaéreas le disparan, el avión no responde y se suspende el fuego, pero al volar sobre el Cuartel de la Guardia Rural, sitiado, abre su fuego de ametralladoras, sembrando entre los rurales el temor y el ansia de rendición.

En el momento en que llega el mensaje del Coronel Fernández Rey, de Santa Clara, comunicando a la Guardia Rural que el resto de la Isla seguía leal al tirano, limitada la rebelión a Cienfuegos y que ya están en camino refuerzos. Este mensaje también es recibido en Cayo Loco, por el telegrafista de la Marina de Guerra, que fue traidor a la causa.

Considerada esa crítica situación, se determina resistir y pelear, en la esperanza de que La Habana secundaría el movimiento, cumpliendo los compromisos y mientras tanto, los refuerzos que le iban llegando a las fuerzas de la tiranía, procedentes de Rodas y otras localidades eran vencidos fácilmente, desarmados  y hechos prisioneros.

Aproximadamente a las 11:00 am de la mañana y mientras se peleaba intensamente, alrededor del Cuartel aparecen cuatro bombarderos procedentes de La Habana que concentran su fuego sobre Cayo Loco, donde responden a las antiaéreas al instante, pero cada minuto que transcurre la situación se va tornando más desesperante, porque el Cayo es chiquito y su reducida extensión estaba sometida a un fuego concentrado de ametralladoras y bombas de fragmentación a lo que se respondía valerosamente, pero en inferioridad manifestadas. Por otro mensaje captado, se sabe de la aproximación de tropas de Santa Clara y Matanzas con varios tanques.

Cayo Loco era un infierno, el tableteo incesante de las ametralladoras de todos los calibres, a las descargas de rifles y armas cortas, al estampido de las bombas al estallar y de las edificaciones de mampostería y piedras que caían al suelo destrozándose, se unían los ayes lastimeros de los heridos y los gritos de las voces desesperadas  de mando.

El Alférez San Román se introduce en el GC-101, Leoncio Prado, la primera unidad de guerra en que había prestado sus servicios, en un desesperado esfuerzo por unir a la lucha las unidades de superficie, en la esperanza de encontrar la colaboración comprometida. Antes de embarcar, fue advertido para que no lo hiciera solo, para que llevara compañía de confianza, a lo que responde: “no hay peligro, la gente del 101 está con nosotros y tengo confianza”. La acción de Cienfuegos está perdida, de nada valdría el heroico esfuerzo y comportamiento de marinos y civiles en la casi totalidad de la ciudad, pero se circunscribía la pérdida  a una acción de las armas, porque el crédito y la moral quedó definida en esa acción notable, ciertamente contra la dictadura, la República entera se estremeció ante el impacto liberador reaccionando en definitiva muy favorablemente a los revolucionarios y rebajando aún más el carcomido mito de que las fuerzas que apoyaban la tiranía eran invencibles, se llegó a la convicción popular que el Gobierno se mantenía por el terror implantado, pero que el valor de todos ellos, gobernantes y todos sus mantenedores, era pura patraña, que es muy cierto que el pueblo es quien manda.

El Alférez San Román se perdió para el pueblo de Cienfuegos en el GC-101 pero después se supo que allí fue desarmado y preso traidoramente, no tan solo por sus compañeros de armas, sino por los que como él estaban comprometidos en el movimiento y que cometieron tan vil acción en la esperanza de una recompensa de la oprobiosa tiranía, como se tenía por costumbre. A bordo del barco que debió ser otra fortaleza unida a Cayo Loco, que le resultó una trampa traidora, fue esposado con un cáñamo de los que utilizan para izar banderas en sus mástiles y en un avión Catalina de la Marina de Guerra que amarizó al costado del Guardacostas, conducido de esa manera hacia La Habana.

Se agudiza la situación de la familia San Román, pues además de la gran incógnita sobre su paradero, se aumentan las torturas de agentes de la tiranía, algunos militares vestidos de paisano con actitudes raras para que se les creyera revolucionarios, le traían a la madre recados como si fueran del hijo y después pasados un día o dos, se daban a conocer como militares para desengañar a la pobre madre, otros venían y le decían dónde estaba preso para que ella fuera personalmente y se desengañara, hasta en algunos casos llevándole ropas al hijo desaparecido porque así le decían que lo hiciera.

El avión Catalina que lo embarcó en Cienfuegos, aterrizó en el Campamento de Columbia, guarida de los secuaces de Fulgencio Batista, haciéndose cargo del preso el Teniente Heriberto Izquierdo, que lo condujo al garaje de la casa del también Teniente Ramón Crucet, avisándole al feroz y asesino Capitán Julio Stelio Laurent Rodríguez, quien inmediatamente llegó al garaje y haciéndose cargo de San Román, lo llevó para la casa particular del Contralmirante José Rodríguez Hernández, todos de la Marina de Guerra, y al llegar a esta casa , ya había sido salvajemente golpeado, a pesar de lo cual, fue nuevamente golpeado y torturado.

Después de cuatro días preso, durante los cuales fue golpeado y torturado salvajemente en la casa particular de Rodríguez Hernández, fue trasladado a la vivienda del antiguo Reparto Biltmore (hoy Siboney), por el jefe de Servicio de Inteligencia Naval, teniente de navío Julio Stelio Laurent Rodríguez, fue encerrado en el sótano, que se encontraba justo debajo del actual comedor de la casa ubicada actualmente en la calle 206 No 204 entre 13 y 15, propiedad del Contralmirante José Manuel Rodríguez Hernández, jefe del departamento de dirección y auxiliar del jefe del Estado Mayor General de la Marina de Guerra en 1957.

En este lugar fue torturado durante una semana por el sargento de segunda Juan E Venero y los vigilantes de la policía marítima Eduardo Sotolongo, Ramón Crucet y Antonio Díaz Fonticiella, quienes cumplían las orientaciones del Contralmirante José M Rodríguez Hernández.

La casa de botes de la Marina de Guerra, ubicada al lado este del río Almendares, en el barrio conocido como El Fanguito, era un sitio amplio de acceso limitado, con una gruesa cadena y una posta naval formada por varios marineros. A la entrada hacia el lado izquierdo había un asta donde ondeaba la bandera del 4 de septiembre y una caseta de madera donde pernotaban los alistados de la Marina de Guerra cuando se encontraban de Guardia. Al fondo unas naves muy parecidas a las que aún se conservan en los antiguos talleres Chullima, eran utilizadas para guarecer a las embarcaciones.

Dentro del área custodiada estaba el embarcadero de los yates Yemayá y Martha, propiedades del presidente de la República, así como alguna otra embarcación perteneciente a personalidades del gobierno.

Este muelle también fungía como atracadero de la lancha 4 de septiembre, patrimonio de la Marina de Guerra, manipulada para transportar los cuerpos o cadáveres de los revolucionarios, desde el río hacia el mar, traídos en sacos de nailon en los maleteros de los automóviles. Cuando ya estaban a bordo y antes de ser lanzados al mar, le amarraban lingotes de hierro al cuerpo o le sembraban los pies en bloques de cemento, arrojándolos aproximadamente a una milla de la desembocadura del Almendares.

La fosa sui géneris, era conocida por varios nombres, el más popular: La Campana, hoyo marino de gran profundidad y dicho método era empleado para que se hundiera rápidamente todo lo que en ella se echara y nunca dejara huella, por ello, fue un procedimiento muy utilizado por la tiranía batistiana.

De la anterior forma descrita, fueron golpeados, torturados y asesinados José Dionisio San Román Toledo y Alejandro González Brito, ambos mártires caídos en el Alzamiento del 5 de septiembre de 1957 en Cienfuegos.

La madre de Dionisio, sin noticia alguna sobre su hijo, al regreso a la capital, le solicitó una entrevista al asesino Laurent, este temeroso por la fuerza en que se estaban desarrollando los acontecimientos y las exigencias populares, se la concedió.  Cuando Concha lo tuvo delante desató sobre él la furia de una madre temerosa por la suerte de su hijo, lo agarró por la solapa de la camisa y le reclamó por el paradero de San Román, él sorprendido, solo atinaba a decirlo: “retráctese señora, retráctese”.

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